El autor francés Marcel Proust cumple su primer centenario de fallecimiento, quien nació a finales del siglo XIX, cuando París estaba en su mayor auge cultural, en medio de La Belle Époque, y al mismo tiempo fue protagonista de la década de los años 20, cuando se cambió el rumbo de la literatura universal.
En el marco del centenario de su fallecimiento, Ediciones Kitzalet le rinde homenaje a uno de los grandes autores de la historia de la literatura y quien mejor ha sabido reflejar la voracidad del tiempo, además de retratar de forma exquisita la vida social francesa, en su gran obra En busca del tiempo perdido, obra que también cumple su primer centenario de publicación.
El tiempo que no se recupera
Su obra magna, En busca del tiempo perdido, retrata la vida como un cuadro vivo, una obra de teatro interminable, en las acciones de sus protagonistas, a través de sus emociones visibles, invisibles e imaginados, donde el lector se coloca como un espectador de las vidas ajenas, o como lo ilustra el autor, de los bichos raros de la sociedad.
La idea de retratar a las personas como bichos raros, proviene de su gran admiración de Dickens, quienes junto a grandes oraciones, conforman una cantidad enorme de detalles. Proust te invita a dejarte llevar por el flujo de imágenes, a disfrutar la comparación más que lo que te vaya a decir por medio del verbo principal, disfrutando más del viaje que del final.
Para Marcel, la muerte de su madre marca el inicio de su oficio como escritor, para muchos críticos literarios, el libro se trata de ella.
La publicación se inicia en 1913, a vísperas de la primera Guerra Mundial, iniciando con el primer tomo: Por el camino de Swan, seguido de:
- A la sombra de las muchachas en flor – Premio Goncourt 1919-
- El mundo de Guermantes
Tras su muerte en 1922, son publicadas de forma póstuma en la década de los años 20:
Sodoma y Gomorrra (1922-23)
La prisionera (1925)
La fugitiva (1927)
El tiempo recobrado (1927)
En busca del tiempo perdido es una obra teatral interminable, un lienzo de la vida social francesa, donde aparecen una diversidad de personajes variopintos como, anfitrionas de la sociedad, compositores, escritores, y sirvientes, dentro de una París vibrante por La Belle Époque.
Proust usa la memoria como recurso a lo largo de su obra, y de esta forma demuestra la existencia en el interior de las personas, y al mismo tiempo, como es testigo y reflejo del mundo exterior. Asimismo, recurrió a los cinco sentidos para captar la vida en toda su totalidad, logrando compartir la idea con el lector, que un detalle puede contener el universo entero.
Su obra, también recuerda al lector que no puedes recuperar el tiempo pero si tropezarte con él, definiendo el fenómeno de lo que él llamó la memoria involuntaria, como el sabor de la magdalena mojada en té que provoca al protagonista un recuerdo, y de esta forma retrata el autor a su madre Madelein Proust.
Para su libro, el autor pasó mucho tiempo investigando. Amigos y cercanos, aparecen bajo un disfraz dentro de su obra. Le divertía conocer sobre los secretos de sus amigos. Como un rico socialité, tenía acceso a la vida parisina, que luego se retiró en sus últimos años, para dedicarse por entero a escribir.
Marcel Proust deja en su obra su testimonio de la vida que pasó en su mundo marcado por enfermedades crónicas, de lo que él vivió, modelada por sus sentimientos, y un tiempo marcado por el amor
«Porque los trastornos de la memoria tienen mucho que ver con las intermitencias del corazón».
En Francia todavía utilizan la expresión “magdalena de Proust” para referirse a una señal sensorial provocada por un recuerdo. En el pasaje más famoso de Por el camino de Swann (1913), su protagonista evoca el recuerdo del sabor de una ‘conchita ‘que mojaba en el té que le ofrecía su tía Léonie.
Escribir los siete volúmenes fue una carrera contra el tiempo para el escritor, que lo hizo vivir con miedo a morir antes de terminar su obra maestra:
“He escrito las palabras El fin. Ahora puedo morir en paz».
Hoy en día, las obras inéditas como cuestionarios son considerados como libros raros, así como, para celebrar su centenario, se han publicado manuscritos inéditos que fueron hallados tras su muerte, que conforman el borrador inicial de su gran obra.
Marcel Proust el escritor que retrato la voracidad del tiempo
Valentín Louis Georges Eugene Marcel Proust nació en París en la casa de su abuelo materno, de origen judío y familia próspera, el 10 de julio de 1871. Su madre, Jeanne Neil pertenece a la alta sociedad parisina lo que le permite tener acceso a muchos personajes que serían retratados en sus libros. Adrian Proust, por el contrario, proviene de la pequeña burguesía católica provincial, sin embargo, es brillante y tras triunfar académicamente, es nombrado jefe de la clínica de la Facultad de Medicina de París.
Del matrimonio Proust, al poco tiempo de contraer matrimonio nace Marcel, un bebé prematuro y débil, tanto que su padre teme por su vida. Desde los nueve años, Marcel comienza a sufrir de ataque de asmas, que podían ser tan violento como repentino. La enfermedad que se revela crónica, le obliga a descansar frecuentemente y le convierte en un niño introspectivo.
La fragilidad del niño Proust, acapara la atención de su madre que centra sus cuidados en el pequeño, quien crece bajo los cuidados sobreprotectores de su madre, aislado del mundo a lo largo de toda su vida. En sus últimos años, Marcel sobrevive a condición de no salir de su cuarto, herméticamente cerrado a la luz del día, y dedicado de forma exclusiva a la culminación de su libro, ganando la batalla contra el tiempo que todo lo devora.
En 1912, el comité de lectura de la Nouvelle Revue Française rechaza el primer volumen de À la recherche du temps perdu, (En busca del tiempo perdido). La decisión estuvo determinada por la fama de snob y amateur que rodeaba al autor. Su relación con alta sociedad y sus elegantes artículos sociales publicados en la prensa de la época, le restaban credibilidad.
Marcel decide ‘autoeditarse’, la primera parte de En busca del tiempo perdido fue ‘autofinanciada’, e incluso llegó a pedir a Louis Brun, director literario de Grasset (primer editor de Por el camino de Swann), que ofreciese 300 y 600 francos a dos gacetilleros de la época, para que publicasen artículos ‘entusiastas’ sobre Por el camino de Swann en Le Figaro y el Journal des Débats, con motivo de la primera edición de la novela que comienzan el ciclo catedralicio en noviembre de 1913.
Luego de terminar toda su obra, en septiembre de 1922, los ataques de asma se intensifican y el 19 de noviembre los periódicos franceses comparten un titular, ‘Mor de Marcel Proust’. El ganador del Premio Goncourt fallecía a los 51 años, víctima de una bronquitis. El funeral del escritor se realizó con los honores militares debidos a un caballero de la Legión de Honor.
Los volúmenes finales de En busca del tiempo perdido fueron publicados después de la muerte de Proust. Ahora es considerada como una de las obras maestras de la literatura moderna, donde el autor teje un tapiz con bichos raros, en oraciones interminables que no llegan a nada, que amontonan una cantidad desmesurada de detalles.
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