La palabra mística es de origen griego y significa “cerrado”, “misterioso”. Designa un tipo de experiencia muy difícil de alcanzar por las almas humanas durante su existencia terrenal, en la que estas llegan al máximo grado de unión con la Divinidad.
Estas experiencias se dan tanto en religiones monoteístas -como el cristianismo- como en algunas politeístas y otras no teístas, en las que el misticismo se identifica con un grado máximo de perfección y conocimiento.
Aunque, según la doctrina teológica, la mística es un regalo de la Divinidad, las almas pueden hacer esfuerzos propios para alcanzarla, a través de tres vías:
- Purgativa. El alma se purifica de sus vicios y sus pecados mediante la penitencia y la oración.
- Iluminativa. Luego de purificarse, el alma se ilumina al someterse a la voluntad de Dios. El alma debe soportar todo tipo de tentaciones y seguir la luz de la fe, mediante una continua introspección en busca de la Divinidad.
- Unitiva. El alma se une a la Divinidad a través del éxtasis, una experiencia que anula los sentidos y es tan intensa que resulta difícil describirla con palabras. A este punto solo llegan los elegidos.
Alcanzar la vía unitiva puede manifestarse con estigmas, fenómenos de levitación y episodios de bilocación (es decir, encontrarse en varios lugares al mismo tiempo). La persona que experimenta este tipo de unión es considerada santa.
Dentro de la mística cristiana se encuentran la mística germánica, la mística italiana y la mística española. En Ediciones Kitzalet dedicamos nuestro post de esta semana a uno de los mayores exponentes de esta última, destacado entre los poetas místicos, San Juan de la Cruz, ya que mañana, 24 de junio de 2020, se cumplen 478 años de su nacimiento en Fontiveros, España.
La mística española
La mística española surgió en el siglo XVI, como consecuencia de la tensión existente entre el cristianismo y el protestantismo. Se desarrolló, principalmente, en Castilla, Andalucía y Cataluña. Fue una de las últimas místicas en aparecer, por lo que representa la culminación de la tradición mística cristiana.
Entre las características de la mística española destacan:
- Su carácter ecléctico: combina la elevada vida contemplativa, por un lado, con la dinámica vida terrenal, por otro.
- Su gran elaboración formal: cuenta con un excelente estilo literario, razón por la cual muchas de sus producciones, bien en prosa o en verso, son consideradas obras maestras de la literatura en lengua española.
En este sentido, las obras escritas fueron empleadas por sus autores como medios para intentar expresar lo que significaba unir sus almas con Dios y alcanzar el éxtasis. Para ello, utilizaron un lenguaje sencillo, llano y vulgar (entendiendo “vulgar” como contrario a “culto”). La literatura mística también tenía una aspiración comunicadora importante, ya que el objetivo de dejar constancia de esos encuentros divinos y sus sensaciones era generar un aprendizaje moral en el lector.
Las dos principales figuras de la literatura mística -principalmente de la poesía mística– española son Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y San Juan de la Cruz (1542-1591), cofundadores de la Orden de los Carmelitas descalzos. Ambos son considerados la cima de la poesía en lengua española y han sido influencia y fuente de inspiración para poetas contemporáneos, como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Paul Valéry y T. S. Eliot.
San Juan de la Cruz
San Juan de la Cruz (1542-1591), cuyo nombre era Juan de Yepes Álvarez, es reconocido como el último de los grandes místicos y una de las voces líricas más puras de la literatura religiosa que jamás haya existido.
Se hizo sacerdote en el año 1567. Cuando contaba con 25 años de edad, conoció a Santa Teresa. De este encuentro surgió una amistad que los complementaba: Santa Teresa era decidida y enérgica, mientras que San Juan de la Cruz era débil y tímido.
Fue Santa Teresa quien lo animó a reforma la Orden del Carmelo masculino, mientras ella lo hacía de la femenina.
San Juan de la Cruz fundó diversos conventos de Carmelitas descalzos, como los de Alcalá, Segovia y Ávila, entre otros. Por estar en contra de las reformas hechas en la orden, San Juan sufrió hostilidades de los Carmelitas calzados y fue perseguido durante diez años.
Preso en Toledo en 1577, compuso algunos versos de una de sus más famosas piezas: Cántico espiritual. Pasados ocho meses, logró evadir la prisión y Santa Teresa le dio asilo. Por fin se autorizó oficialmente a los Carmelitas descalzos.
1582 -año en el que fundó el convento de Granada junto con la venerable Ana de Jesús- fue su momento más fecundo como poeta, ya que compuso Subida al Monte Carmelo, Noche oscura, Llama de amor viva y concluyó Cántico espiritual.
Se entregó a la soledad durante los últimos años de su vida y continuó su labor de fundación hasta su muerte en Úbeda, en 1591.
San Juan de la Cruz fue canonizado en 1726 por el papa Benedicto XIII y declarado doctor de la iglesia en 1926 por el papa Pío XI.
Si tienes interés y te sientes motivado a escribir un poema, puedes inspirarte en San Juan de la Cruz, cuya obra de poesía amorosa está compuesta, principalmente, por poemas para Dios.