Desde siempre, ha sido común el uso de seudónimos en la literatura: algunos autores los utilizan como su alter ego o, en ocasiones, para publicar obras de géneros diferentes al de su línea de trabajo tradicional.
Sin embargo, a lo largo de la historia -principalmente durante el siglo XIX- son varios los casos documentados de escritoras que firmaron bajo seudónimos masculinos para lograr publicar sus textos, muchos de ellos convertidos en clásicos de la literatura universal. El oficio de escribir libros no encajaba en los intereses atribuidos a las damas de la época; razón por la cual tuvieron que ocultarse bajo la identidad de un hombre.
Hoy, martes 8 de marzo de 2022, Día internacional de la mujer, Ediciones Kitzalet recuerda a grandes escritoras que, aunque se vieron en la necesidad de ocultarse, hicieron de la escritura su oficio y demostraron que la literatura sí puede ser un asunto femenino.
El seudónimo como única salida
Las mujeres vinculadas a la literatura tienen una voz y un mensaje que transmitir al mundo. Es por ello por lo que, desde el año 2006 y por iniciativa de la Biblioteca Nacional de España, se conmemora el Día de las escritoras. En el pasado, muchas de ellas fueron menospreciadas por su papel, e hicieron uso de seudónimos para materializar su creatividad. Afortunadamente, con el pasar del tiempo, han sido reivindicadas.
Durante los siglos XVIII y XIX, la mujer debía estar en casa y cuidar de su familia. Su papel en la sociedad y sus espacios de participación eran totalmente nulos; además, no tenía acceso a la educación formal. Una mujer que fuera activa intelectualmente cometía una transgresión enorme, y al publicar con su nombre recibía muchas críticas, porque estaba extrapolando el papel asignado para ella.
Para aquellas mujeres que tenían vocación literaria, la única opción de la época para publicar sus escritos era a través de seudónimos o de forma anónima. Un célebre ejemplo de esta última modalidad fue Jane Austen, cuya primera portada de la novela Orgullo y prejuicio solo dice:
«Una novela en tres partes escrita por una dama».
Las mujeres siguieron usando nombres ambiguos o directamente masculinos. Este es el caso de las hermanas Brontë -Charlotte, Emily y Anne-, quienes publicaron bajo los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell, respectivamente -nombres que mantenían las iniciales reales de cada una de ellas-, en las primeras ediciones de grandes títulos como Jane Eyre y Cumbres Borrascosas.
Incluso mujeres como Amantine Dupin -de familia de clase alta, conectada con la sociedad de intelectuales-, tuvo que firmar bajo el seudónimo de George Sand. Dupin causaba polémica en París por usar ropa masculina, fumar en público y tener aventuras amorosas frecuentes; una libertad intolerable por la sociedad de la época.
El uso de seudónimos también brindaba una sensación de libertad a las mujeres a la hora de escribir, ya que les permitía escapar de las restricciones y expectativas relacionadas con su comportamiento social ideal. Con frecuencia, se asumía que la trama de un libro escrito por una mujer expondría su vida y podría ser autobiográfico. De esta manera, el seudónimo era también una forma de proteger la vida personal.
Hoy en día, el uso de seudónimos se mantiene. La autora de Harry Potter, la británica J. K. Rowling, escribió su serie de suspenso bajo el seudónimo de Robert Galbraith, consiguiendo buena crítica. Rowling hizo esta serie por el puro placer de escribir una nueva historia, y decidió firmarla con otro nombre para evitar la presión que suponía presentar un nuevo trabajo luego del arrollador éxito de la saga del joven mago.
Además de las escritoras clásicas inglesas, algunas autoras hispanas han presentado sus obras tras nombres masculinos. Entre ellas, podemos mencionar a:
- Eva Canel, como Ibo Maza y Fray Jacobo
- Carmen de Burgos, como Gabriel Luna
- Matilde Cherner, como Rafael Luna
- María Luz Morales, como Jorge Marineda
- Cecilia Böhl de Faber, como Fernán Caballero.
Mujeres detrás del Boom
La generación del Boom en Europa fue fuertemente criticada por no incorporar mujeres dentro de este movimiento de impulso literario. Esta generación de las letras latinoamericanas se dio a conocer en la década de los años 1960, llegando a su florecimiento en los 1970.
Fue tan importante el Boom que hizo que muchos críticos y lectores consideraran a América Latina como la cuna de la gran literatura mundial de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, dentro de este movimiento no se le dio notoriedad a un grupo excepcional de escritoras.
Hoy, por fortuna, autoras contemporáneas con la generación del Boom -como Elena Poniatowska, Clarice Lispector y Cristina Peri Rossi-, son leídas, respetadas y valoradas en el mundo entero. No obstante, aún quedan expectativas que alcanzar en la literatura relacionadas con el género de quien escribe. Por ejemplo, en muchos libreros faltaron obras de Rosario Castellanos y Elena Garro, quienes no fueron tomadas en cuenta con sus creaciones literarias. Garro era un personaje irreverente y polémico en la sociedad; de forma opuesta, Rosario Castellanos era una persona respetada, embajadora de México en Israel, que no fue considerada durante la época del Boom.
Las ya mencionadas Poniatowska, Lispector y Peri Rossi, al igual que Albalucía Ángel y Nélida Piñón, conocieron de cerca a los escritores del Boom; además, algunas de ellas vivían en Barcelona, ciudad en la que los editores Carmen Balcells y Carlos Barrell fueron claves en el éxito de este movimiento literario.
Sin embargo, no había un total respeto intelectual hacia las mujeres por parte de algunos escritores. Poniatowska reconoce que su camino no fue tan difícil como el de sus antecesoras que nacieron y vivieron en México; olvidadas y muy expuestas, incluso consideradas desequilibradas. Tal como ocurrió en el siglo XVIII, cuando las mujeres que se salían de lo establecido eran «satanizadas».
Aunque, en su momento, muchas de estas autoras no recibieron el reconocimiento debido y sus novelas fueron olvidadas, en la actualidad estos títulos forman parte de la literatura latinoamericanas imprescindible:
- Rosario Castellanos: Oficio de Tinieblas
- Albalucía Angel: Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón
- Elena Garro: Los recuerdos del porvenir
- Cristina Peri Rossi: La nave de los locos y Cuentos reunidos
- Clarice Lispector: La hora de la estrella y La araña
- Nélida Piñón: La república de los sueños
- Luisa Valenzuela: Como en la guerra.
En este Día internacional de la mujer, la mejor manera de homenajearlas es recordando sus libros, leyéndolas y dándoles un espacio en nuestras bibliotecas, entre los grandes clásicos de la literatura universal.
¿Conoces a alguna de las novelas clásicas de las hermanas Brontë? ¿Conoces el nuevo trabajo de J. K. Rowling? ¿Cuál es tu novela favorita de los clásicos universales escritos por mujeres? ¿Cuál es tu novela favorita de las grandes escritoras hispanoamericanas? Déjanos tu opinión en la sección de comentarios…