El próximo lunes, 14 de febrero, es el Día de San Valentín, conocido también como el Día de los enamorados y el Día del amor y la amistad. La literatura clásica no escapa de la celebración de este día, lleno de cariño, amor y -para muchos- romanticismo.
Algunos grandes escritores inmortalizaron su amor a través de cartas -tipología textual que ha sobrevivido a los embates del tiempo- dedicadas a sus musas. Dichas epístolas mantienen la grandeza que ha caracterizado sus creaciones literarias, resguardando en un papel palabras y frases escritas bajo el efecto de lo que sintieron por sus amadas.
En Ediciones Kitzalet queremos festejar esta fecha junto a ti, recordando a importantes autores que dejaron testimonio de su amor en cartas que se han convertido en joyas de la literatura.
Cartas de amor y desesperación
Además de hacerlo a través de sus novelas, muchos grandes autores mostraron sus sentimientos en su correspondencia íntima. Tal es el caso de Victor Hugo, quien dedicó cartas y algunos de sus hermosos poemas a Adele Foucher, su primer amor y madre de sus hijos.
La mayoría de los escritores hispanoamericanos se caracterizan por su romanticismo. Un ejemplo de esta afirmación lo representa Julio Cortázar, quien -a pesar de haber sido uno de los autores que comenzaron tarde su carrera literaria– dejó entre su legado una serie de cartas dirigidas a Edith Aron, considerada como la inspiración de “La Maga”, protagonista de la famosa Rayuela (1963). El escritor argentino cultivó este amor por correspondencia, con la esperanza de encontrarse nuevamente en la ciudad del París, donde iniciaron su romance, interrumpido luego al tomar caminos diferentes.
Otro autor hispanoamericano cuyas epístolas se han convertido en un símbolo romántico es el Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda. Uno de sus grandes amores, Albertina Rojas, fue la musa detrás del poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Su idilio, alimentado a través de cartas ocultas, duró hasta que el escritor le propuso matrimonio y la amenazó con casarse con otra si ella no aceptaba, ultimátum que acabo con el amor y las misivas.
También entre las cartas de amor conocidas de Neruda están las enviadas a su tercera y última esposa, Matilde Urrutia, quien acompañó al autor hasta el final de sus días y fue la encargada de publicar, de manera póstuma, Confieso que he vivido (1974).
Si continuamos con los galardonados con el Nobel de Literatura, podemos mencionar que el estadounidense Ernest Hemingway tuvo una vida amorosa muy intensa y dedicó muchas cartas de amor a su última esposa, Mary Welsh. Y si de amores intensos hablamos, está el que vivió James Joyce con su esposa Nora, cuyas cartas sucias, para avivar el amor, se hicieron públicas.
Los grandes escritores no estuvieron exentos del amor platónico. Amores epistolares, como el de Goethe, con cartas que nunca envió a su amada Charlotte, inspiraron su novela Las penas del joven Werther (1774), que une su historia con la de un amigo que no soportó el infortunio del amor no correspondido.
Las 10 mejores cartas de amor de todos los tiempos
Para inspirarte a expresar tu amor en el Día de San Valentín, aquí te mostramos 10 de las cartas de amor más famosas de todos los tiempos:
- De Victor Hugo a Adele
«Mi adorable y adorada,
Me he estado preguntando si tal felicidad no es un sueño. Me parece que lo que siento no es terrenal. Todavía no logro comprender este cielo sin nubes. Toda mi alma es tuya. Mi Adele, por qué no hay otra palabra para esto aparte de “alegría” ¿Es porque el discurso humano no tiene el poder de expresar tanta felicidad? Temo que de repente despierte de este sueño divino. ¡Oh! ¡Ahora eres mía! ¡Por fin eres mía! Pronto, en unos meses, tal vez, mi ángel dormirá en mis brazos, despertará en mis brazos, vivirá ahí. ¡Todos tus pensamientos, todo el tiempo, todas tus miradas serán para mí; todos mis pensamientos, todo el tiempo, todas mis miradas serán para ti!
Adiós, mi ángel, mi amada Adele. ¡Adiós!
Todavía estoy lejos de ti, pero puedo soñar contigo. Pronto, quizás, estarás a mi lado.
Adiós; perdón por el delirio de tu esposo que te abraza y que te adora, tanto en esta vida como en la otra».
- De Pablo Neruda a Albertina Rojas
«Pequeña, ayer debes haber recibido un periódico y, en él, un poema de la ausente (tú eres la ausente). ¿Te gustó, pequeña? ¿Te convences de que te recuerdo? En cambio, tú, en diez días, una carta. Yo, tendido en el pasto húmedo, en las tardes pienso en tu boina gris, en tus ojos que amo, en ti. Salgo a las cinco a vagar por las calles solas, por los campos vecinos. Solo un amigo me acompaña, a veces. He peleado con las numerosas novias que antes tenía, así es que estoy solo como nunca, y estaría como nunca feliz si tú estuvieras conmigo. El ocho planté en el patio de mi casa un árbol, un aromo. Además, traje de las quintas, pensando en ti, un narciso blanco, magnífico. Aquí, en las noches, se desata un viento terrible. Vivo solo en los altos y a veces me levanto a cerrar la ventana, a hacer callar a los perros. A esa hora estarás dormida (como en el tren) y abro una ventana para que el viento te traiga hasta aquí, sin despertarte, como yo te traía. Además, elevaré mañana, en tu honor, un volantín de cuatro colores y lo dejaré irse al cielo de Lota Alto. Recibirás, querida, una de estas noches, un largo mensaje a la hora en que la Cruz del Sur pasa por mi ventana. A veces, hoy, me da una angustia de que no estés conmigo. De que no puedas estar conmigo, siempre. Largos besos de tu Pablo».
- De Pablo Neruda a Maribel Urrutia
(…) «Patoja mía estoy contento, soy como un soldado con su retaguardia segura. No me importa el fuego. No sé si estoy aun con mar o agua de Patoja, todo mi cuerpo está saturado de ti. Eres parte de mí, como la pirinola de su cane, sólo que tengo pirinolas tuyas hasta en el alma. Recién me llaman, esta tarde te escribiré de nuevo, acumularé todo el día besos ricos para todo tu cuerpo que es interminable para mí, aunque la vida me la pasare besándolo no lo terminaré de besar.
Desperté a las 6 ½ a las 8 estaba vestido, son las 9 salgo a los tickets.
Hay algo más importante que tú y que yo, somos tú y yo. Juntos somos lo que la pobre gente no alcanza jamás, el cielo en la tierra. Te aprieto a mi corazón, amor mío, con cuerpo, alma y amor».
- De Ernest Hemingway a Mary Welsh
«Escríbeme pepinillo, si fuera un trabajo que tienes que hacer lo harías. Es muy duro estar aquí sin ti y lo estoy haciendo pero te extraño tanto que podría morir. Si algo te pasara moriría de la misma forma que un animal muere en el zoológico si algo le pasa a su pareja.
Mucho amor, mi querida Mary. Debes saber que no estoy siendo impaciente, estoy simplemente desesperado».
- De Julio Cortázar a Edith Aron
«Querida Edith:
No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre. (…) Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, (…) de que no le divierta la posibilidad de verme. (…) Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil, (…). Si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos. (…) Sería mucho peor disimular un aburrimiento. (…) Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día pueda prestarle un pulóver o que usted pueda prestármelo a mí (…)».
- De James Joyce a Nora Barnacle
«Tú eres mi amor. Me tiene completamente en tu poder. Sé y siento que si en el futuro escribo algo bueno y noble debo hacerlo solo oyendo las puertas de tu corazón. Me gustaría que mi vida transcurriera a tu lado, hasta que nos convirtamos en un mismo ser que morirá cuando llegue el momento».
- De Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós
«Antes de que me conocieses, cuando no nos unía sino ensoñadora amistad, ya me figuraba yo (con pureza absoluta, que ahí está lo más sabroso de la figuración) las delicias de un paseíto por Alemania. Los que habíamos dado a través de Madrid me tenían engolosinada, y pensaba yo, para mí: “Qué bonito sería emigrar con este individuo. Me tratará como a una hermana, o, mejor dicho, como a un amigo de confianza entera. Le oiré hablar a todas horas. Aprenderé de él cosas de novela, de estética y de arte. Veremos todo con doble interés y doble fruto. Parece delicado de salud: le cuidaré yo, que soy robusta. Me lo agradecerá: me cobrará mucho afecto, y ya siempre seremos amigos. Nos creerán marido y mujer, y como no seremos nada, nos reiremos…”. En fin, así, un puñado de tonterías. En otras cosas no pensaba, palabra de honor. Tu aparente frialdad, el respeto que te tenía, tu aspecto de formal y reservado, me quitaron esa idea enteramente».
- De Juan Rulfo a Clara Aparicio
(…) «Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida.
Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba.
Y un corazón que sabe y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada.
¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara?
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde… y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río…»
- De Gustave Flaubert
«La próxima vez que te vea te cubriré con amor, con caricias, con éxtasis. Te atiborraré con todas las alegrías de la carne, de tal forma que te desmayes y mueras. Quiero que te sientas maravillada conmigo, y que te confieses a ti misma que ni siquiera habías soñado con ser transportada de esa manera. Cuando seas vieja, quiero que recuerdes esas pocas horas, quiero que tus huesos secos tiemblen de alegría cuando pienses en ellas».
- De Goethe
«No puedo evitar amarte más de lo que es bueno para mí. Me sentiré feliz hasta que te vea otra vez. Siempre soy consciente de mi cercanía a ti, tu presencia nunca me deja. Adiós a ti, a quien amo mil veces.»
¿Has escrito alguna vez una carta de amor para celebrar el Día de San Valentín? ¿Cuál de estas cartas escogerías para dedicársela a una persona especial para ti? Te leemos…
Mi carta favorita es la de De Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós, no es una carta de desesperación, sino al contrario, muestra su sentimiento y como se sentía de forma educada y sencilla. Es un carta que a pesar de ser romántica, también muestra un poco de carisma
a mi me deja congratulado la misiva de Julio Cortázar a Edith Aron.
…digo!